05/12/2019

La polvorienta rueda del roedor

Es cada vez más frecuente, en lo que se refiere a sistemas políticos y elecciones, asistir a un replanteamiento de esta maquinaria y su funcionamiento por parte de un considerable sector de la población. No es para menos, en vista de las sempiternas promesas incumplidas y del despilfarro sistemático ligado a sus actividades e instituciones, que a estas alturas apenas pasan inadvertidos.

No obstante, para distraer de estos errores el sistema pone en marcha determinadas estrategias como la adoptada en ciertas democracias occidentales recientemente, consistente en la creación de nuevos partidos que se aúpan debidamente desde sus lacayos medios de comunicación. Así, la sensación de renovación en el panorama político se infunde en parte del público para conferirle esperanzas renovadas.

Pues bien, nos parece que tanto las opciones tradicionales como las recién salidas del horno democrático llevan la impronta del sistema que las maneja a todas a voluntad. Creemos que el paradigma izquierda-derecha, bajo el que se superponen todos estos movimientos, está erigido con el principio de crear discordia entre la gente, y desde la observación y la experiencia, parece inevitable no pensar en él como un callejón del que resulta imposible escapar.

Pero, en ese caso, ¿no quedaría ninguna salida? Si se da por válido todo lo dicho hasta aquí, podría cobrar sentido la vía de la abstención. Sin embargo, esta elección es tan hija del sistema como cualquier otra, pues si bien se suele desaconsejar unánimemente desde el poder, no se encuentra en absoluto condenada ni perseguida (exceptuando llamativos casos como el de Argentina).

A pesar de lo expuesto, compartimos la idea de que dar un voto implica legitimar el mecanismo dominante, pero por otra parte, no votar no tendría por qué propiciar necesariamente un paso adelante hacia su final. Dicho de otro modo: que un hámster se haya cansado de corretear en la rueda no significa que haya logrado salir de su jaula.

¿Serán los brazos del poder, aquellos cuyos voceros imploran la movilización al voto, los mismos que en el fondo desean que no se vote o, directamente, les es indiferente?

No estamos en condiciones de determinar que el sistema se pueda o no cambiar. De todos modos, si así fuera, seguramente tendría que darse un aumento de la consciencia colectivo complicadísimo de llevar a cabo en la práctica.

Por lo tanto, si en el exterior abunda la impotencia y la indefensión, no hay disponible una opción mejor que cultivar y mejorar nuestro interior y que solo así pueda redundar hacia fuera. Al fin y al cabo, cada ser humano es también un sistema regido por un funcionamiento que debería conocer y manejar con relativa autonomía puesto que, este sí, se halla a su alcance.