De manera intuitiva, los adeptos del ámbito de las conspiraciones hacen alusión a este término, despertar, para referirse a la toma de conciencia de lo que está sucediendo en realidad a nuestro alrededor.
Si consultamos el Diccionario de la lengua española, el sustantivo despertar se comprende leyendo cada una de las acepciones de su verbo homónimo. Veamos, pues, algunas de las que se le otorgan a este en el DLE: la número 3, por ejemplo, indica: ‘Hacer que alguien reflexione o recapacite’; pero echemos un vistazo ahora a la número 6: ‘Dicho de una persona que era ruda, abobada o simple: Hacerse más advertida, avisada y entendida’ (Real Academia Española, 2014).
En el caso de que nos atengamos al último significado que he expuesto, este concepto que nos ocupa se podría entender como una suerte de proceso binario: partiendo de un estado de ignorancia o inconsciencia, se pasa a otro de clarividente sabiduría. Pero esta afirmación, en mi opinión, no puede hallarse más lejos de la realidad. Muchas personas coincidirán en que la realidad circundante se antoja demasiado intrincada como para que se comprenda como resultado de una evolución simple y más o menos instantánea, pero lo que se quiere poner de manifiesto a través de este artículo es que algunas otras personas, de hecho, así parecen entender las cosas, tanto dentro del mundo del misterio como fuera de él. Si nos pasamos por la sección de comentarios de numerosas páginas con vídeos o artículos relacionados con conspiraciones, no costará mucho toparnos con usuarios que se consideran “despiertos”, frente a los “borregos”; ambos términos, por cierto, utilizados en plena consonancia con esta interpretación. Y es que todos, en algún momento determinado, somos susceptibles de creernos en una falsa superioridad intelectual frente a los demás. De hecho, los mismos divulgadores de información (quizás aquellos que menos matizan los temas que tocan) cometen errores de este estilo. Por ejemplo, a veces mencionan el despertar de tal o cual personalidad dotando a los hechos, aunque sea inconscientemente, de un efecto tan simplista para una dimensión tan compleja como es la mente humana, que la reacción de desconfianza que provocan es inevitable.
Pues bien, la cuestión aquí radica en que hay muchos despertares. Por decirlo de alguna forma, abrir las puertas del conocimiento oculto no implica más que continuar abriendo muchísimas otras que se irán presentando por el camino.
En mi humilde opinión, para avanzar en el saber, muchas veces supondrá una gran ayuda recurrir a la simbología, entrever los paralelismos entre dos o más hechos o informaciones, etc. También, prestar atención a lo que quienquiera que sea tenga que decir, independientemente del grado de afinidad que se sienta por la persona o el colectivo, con el objetivo de asimilar las ideas (o partes de ideas) aprovechables, al tiempo que se deben desechar aquellas que no convenzan; o lo que viene a ser lo mismo, obrar con inteligencia y sin prejuicios. Además, me gustaría poner en relieve una cualidad de suma importancia: la curiosidad. Sin esa inclinación que surja de dentro, por voluntad propia, la búsqueda de la verdad se complicaría; es más, podríamos decir que carecería de sentido hasta plantearla.
Parece paradójico tratar de un asunto que resulta a la vez una perogrullada y una necesidad imperiosa, en efecto...
En definitiva, no dejemos de seguir buscando, porque este trabajo nunca quedará terminado por completo.