05/04/2018

Domesticación doméstica

Gael era un niño que vivía con sus padres. A pesar de su corta edad, sus hondas inquietudes habituales, por otra parte, en la mayoría de chiquillos de su edad lo llevaban a preguntarse el porqué de fenómenos que advertía a su alrededor, así como a adoptar un rol activo en los quehaceres de su propio hogar.

En cuanto a las cuestiones que tanto le rondaban por la cabeza, normalmente saciaba su sed de conocimiento gracias a los libros que había en casa. No obstante, en lo que se refiere a las tareas domésticas o trabajos manuales, tenía que conformarse con labores menos creativas como poner o quitar la mesa a la hora de las comidas, o atender el teléfono cuando sus padres no podían hacerlo. Aparte de eso, su única vía de escape la constituían sus juegos, ya fuera solo o junto a otros pequeños.

Por lo visto, los gobernantes de su casa (Papá y Mamá) se habían confabulado para impedir que la información más valiosa, esa que otorga mayor poder y libertad de acción, se filtrara y llegara a sus manos. Sin duda, tareas como el dominio de la cocina y del lavado de ropa manifestaban para él los más increíbles misterios.

Lo único que deseaba Gael era poder emplear aquellas mañas, inextricables para él, con el fin exclusivo de obrar en beneficio propio y en el de su familia; satisfacerse a sí mismo a la par que se divertía como si estuviera jugando.

Gael tuvo que esperar mucho tiempo para desarrollar su faceta más independiente, pero tranquilidad: solo es un personaje de ficción. Ahora bien, ¿es Gael el único (menor, o mayor de edad; humano, o de otra especie) que se encuentra a merced de voluntades ajenas, provocando graves conflictos en el libre albedrío? Creo que no.

04/04/2018

Diálogo teatral

Todo se ve de cerca desde el palco
sin tocar por completo la ficción.
Los gestos y señas nutren la escena;
no menos el atento espectador.
La chispa surge para recrear
eso que llaman amor o dolor.
En un aplauso diluvial se extinguen
raudas intersecciones de emoción.