Un instituto de
educación secundaria. Una jornada como cualquier otra que tocaba a su fin.
Habitualmente, todo el mundo se dirigía hacia sus casas más pronto que tarde
salvo, quizá, algún grupo rezagado. Sin embargo, algo
distinto sucedió aquel día.
Ya desde una cierta distancia, pude distinguir un corro de gente a
la entrada del centro. En él, destacaba la presencia de un hombre que conversaba animadamente con
varios jóvenes, estudiantes como yo. Cuando llegué hasta donde se encontraban, me di cuenta de que este hombre
llevaba consigo una pequeña maleta. (Ahí, por cierto, había puesto un cartelito en el que
se podía leer la palabra “antidrogas”). No en vano, según nos explicó, normalmente iba de aquí para allá.
Lo cierto
es que no recuerdo con exactitud algunos detalles de aquella conversación improvisada; no
obstante, puedo asegurar que desprendía muy buenas vibraciones y buen
humor. Además, en un determinado
momento, sacó una hoja con un escrito de su puño y letra al tiempo que me dijo
algo así como: «esto es para ti, que tienes los ojos del color del mar», lo cual me halagó mucho.
Admito que tuve bastante suerte en ser la única persona que recibió ese obsequio tan especial, teniendo en
cuenta la significativa reunión que allí se formó.
A continuación reproduzco,
previa corrección, el mensaje que contenía el papel (y que todavía hoy conservo, claro):
YO,
ANTIDROGAS
-Miguel-
Como todas
las ciudades, esta es una ciudad drogadora y drogadicta.
Drogas son
productos que nos hacen adictos y nos llevan a puntos extremos.
Hay dos
clases de drogas, las de los pobres y las de los ricos. Las dos contaminan la
salud pública.
Los pobres se
drogan con plantas salvajes y algunos también con animales salvajes, drogas
baratas.
Las drogas
caras de los ricos son máquinas de la muerte. Contaminan el cielo con gases
extraños y producen ruidos extrañadores que absorben el oxígeno indispensable
para la vida.
También son
drogas de ricos máquinas que hablan casi siempre de muertos en la guerra o de
nacidos hijos de los famosos.
No te
drogues. Vive el ahora. Mañana no existe; ayer tampoco.
El mañana
traerá su afán.
VIVE AHORA Y
SÉ FELIZ.
Miguel
Cuando lo
leí, me preguntó si lo había entendido, y poco después se marchó en busca de
una fuente cercana donde poder refrescarse un poco. Sin duda, una anécdota
digna de recuerdo que aniquiló por completo la rutina de aquel día, y que no he
querido dejar de compartir.
Dedico esta entrada a Miguel, por supuesto (espero que, si por casualidad llega a leer esto, no le importe ver su texto publicado); pero tampoco me olvido de aquellos que creen en su propia iniciativa y la transmiten a los demás con creatividad e imaginación aunque los medios escaseen, y sin depender de instancias superiores. Va por vosotros.