Se adivinan los caminos
en oscuro terciopelo.
Antares nos guiña el ojo;
tornado se ha el sendero
en recuerdo de la luz.
¡Y cuán dichosos seremos
si regresa el claro día
dejando que el fuero interno
nos dicte, con osadía,
el pálpito verdadero
que de cabida carece
en legajos o cuadernos...!